CANCIONES POR ENCARGO

El principio de la música, es la música misma. La que se hace con honestidad, la que brota del alma. La que se hace para sacar todo lo que se lleva por dentro. En mi caso, la que duele pues me es imposible componer cuando todo marcha bien. Las canciones me brotan cuando tengo el corazón arrugado. Recuerdo que cuando éramos niños mi hermano acostumbraba a dejar la rabia en el tambor. Será porque nacimos en un lugar donde las penas se olvidan cantando o simplemente porque el dolor tiene que salir por algún lado.

Los músicos de hoy, o mejor los que de alguna forma pertenecemos a la industria de la música, estamos más preocupados de idearnos nuevas estrategias de marketing para vender más discos o pegar más o entrar a un nuevo mercado que en la calidad de música que estamos ofreciendo. Dice Zenaida, la de Palenque, que cuando sale a vender frutas a la playa, las rocía con agua para que se vean más frescas y provocativas pero antes de salir revisa que cada una de las frutas esté en buen estado porque más importante que se vean bien, es que el cliente le siga comprando y conservar su reputación de buena vendedora y mujer honesta.

Con la excusa de hacer “música comercial” hemos descuidado el fundamento, la música. Para mí lo comercial es lo que gusta y esto no es sinónimo de música mal hecha, de canciones tontas con un corito pegajoso que la gente se la aprenda de inmediato y repita como loro. Tampoco quiero decir que las letras deben ser profundas o elaboradas, de hecho la mayoría de nuestros grandes compositores eran analfabetas, pues no es lo que se dice, es cómo se dice. O peor que por el miedo a no caer en el juego de lo “comercial” nos pasamos al otro lado y nos dedicamos a hacer música para músicos y no logramos una comunicación real con el público.

Aunque esto es un negocio y sin duda todos queremos vender y soñamos con que nuestra música llegue a todos los rincones mundo, hay que tener claro que con lo que se está negociando es arte y no sólo somos vendedores de música y de canciones, sino que cargamos junto con nosotros un país, una generación, una cultura completa.

Pero como si fuera una venganza natural, esas canciones que sólo se hacen para “pegar” sin espíritu real, después de un tiempo desaparecen como si nunca hubiesen sonado en ninguna parte. Curiosamente los mismos que antes las coreaban, son los que terminan aburriéndose y entonces volvemos a las mismas canciones de siempre. Las que no pasan de moda, las atemporales, las que pueden ser tan profundas o simples, pero reales.

La herencia musical que nos han dejado grupos como “The Police”, “Beatles” o músicos como Bob Marley, Pablito Florez o Alejo Durán son producto de sus propias influencias musicales, de los sonidos con los que se criaron. Me preocupa pensar cuáles serán las influencias de los que escuchamos música hoy.

Un día tenía que componer una canción y digo tenía porque no me nació naturalmente, tenía que hacer una canción para una película, y no me salía nada, entonces llamé a Tito, un cantador de Puerto Escondido y le pregunté: ¿cómo haces para componer una canción cuando no te ha llegado la inspiración? y él me respondió: “precisamente estamos en eso, aquí en puerto amor (un ranchito de palma junto al mar donde ensayan), vamos a componer unas canciones para el festival y cuando no me sale nada yo espero que todos canten y bailen, entonces el corazón se va llenando y la música va saliendo, voy cantando lo que voy sintiendo”.

Hoy quiero componer una canción, esa que aún no he escrito y tengo pendiente. Ya casi están todos y mi corazón se está llenando, estoy en Puerto Escondido. `

Adriana Lucía